Cuando creemos que hemos encontrado el límite de la corrupción. Nos enteramos de un nuevo caso. Un cínico mayor que se ríe en la cara de la ciudadanía de lo que es capaz de hacer.
No solo duele que se utilicen recursos públicos para fines distintos a los necesario, lastima mucho a la ciudadanía y a la misma democracia que salgan a declararse inocentes
Y si, es que los mexicanos (todos) pagamos a través múltiples impuestos, salarios y programas sociales que deben ser utilizados para generar bienestar a todos.
La incapacidad y la malversación de recursos lastima a un México que se divide por la desigualdad.
Y si bien hace unos años iniciamos una lucha para combatir la corrupción, generando mecanismos para que los servidores públicos rindan cuentas.
Para estas fechas deberíamos de ver resultados significativos. Debería de haber más transparencia, más recursos en las instituciones gubernamentales y algunos corruptos pagando su deuda ante la sociedad.
¿Pero qué ha pasado? ¿Por qué pareciera que existe más corrupción, más corruptos y un mayor cinismo?
Titulares de fiscalización nombrados por quienes han sido señalados por actos de corrupción, servidores públicos recibiendo fajos de dinero en efectivo, incapaces de demostrar su destino, una autoridad ausente para hacer cumplir las leyes y políticos que les interesan más las próximas elecciones que el futuro de nuestra ciudad.
¿Será que estamos condenados a la mal denominada cultura de corrupción?
Yo creo que no. Estoy seguro que esto va a cambiar. Va a cambiar cuando todos los mexicanos decidamos que así sea.
Debemos denunciar actos de corrupción, dejar de defender e incluso dejar de admirar a quienes se han hecho de recursos de manera ilícita, y sobre todo, dejar de ser parte, nosotros mismos, de actos de corrupción por pequeños que estos parezcan.