El sueño que se pierde por la preocupación del pasado, del presente y futuro aqueja a ricos y pobres por igual. A unos por carencias y a otros por pérdidas.
El insomnio que nos persigue sin permitirnos tener claridad de mente, ese que nos obliga a levantar nuestros celulares y consumir polarizados posts, tweets y videos por la madrugada.
Polarizados y prostituidos contenidos, gritos fuertes de un lado y débiles de otro. Aparentemente racionales los nuestros y ridículamente irracionales los de los otros.
Indignación, pobreza, carencia, ignorancia que nos quita el sueño. El sueño que necesitamos para dormir, pero también ese otro de una aspiración, ambición e ideales.
¡Impotencia! por la incapacidad de poder acariciar esos sueños y culpa para que aquellos que parecen muchos, pero sin razón, que nos los arrebatan.
¡Inhabilidad! humana por acercarnos más a nuestras aspiraciones más legítimas
¡Esperanza! escasa al unirnos al gentío que junto con nosotros grite con mayúsculas por las injusticias, deslealtades y sinrazones.
Como si la competencia se tratase de convencernos a unos a otros, o como si se tratase de obtener más manitas arriba que aquellos, o como si, siquiera, debiera haber competencia alguna.
Olvidados de la esencia de vivir en comunidad, que es -acercarnos- en conjunto, al bienestar de unos y de otros.
La ridícula forma en la que vivimos en tiempos de polarización, escasez y abundancia, nos ha llevado a identificar enemigos donde no los hay y a construir proyectos estériles donde nunca fruto se dará.
La búsqueda es la misma, la coincidencia es unánime. Mexicanos, gringos, chinos, guatemaltecos y holandeses. Chairos, Fifis, neoliberales, católicos y ateos. Flacos, gordos, altos y chaparros. Todos queremos más o menos lo mismo: Felicidad, tranquilidad, crecimiento, salud, paz.
Nuestra generación, definida como la que vive este momento de la historia de la humanidad, ha decidido pasar más tiempo puntualizando las diferencias, dibujando las fronteras y señalando los errores, que buscando ayudarnos los unos a otros a construir ese sueño.
Armados hasta los dientes con las últimas herramientas que la tecnología nos puede brindar: arremetemos, atacamos, embestimos y agredimos a todo aquel que no piense igual que nosotros.
Todo por demostrar una idea, un símbolo. Ajeno o prestado, pero nuestro. Tal vez porque creemos que solo así alcanzaremos nuestros sueños o al menos esa noche soñemos.