El día de hoy, durante una junta, pedí a mis compañeros de trabajo que por favor me ayudaran a “cacarear el huevo”. Al concluir, una compañera considerablemente más joven que yo me envió un mensaje, preguntándome qué significaba eso de cacarear. Su curiosidad era legítima y la pregunta me tomó por sorpresa; no sabía si era desconocimiento general o si, quizás, era algo que yo sabía por ser de rancho.
Le expliqué que las gallinas, orgullosas de sí mismas, cantan de alegría después de poner un huevo, y a ese sonido lo llamamos cacareo. Después de esto, no pude evitar reflexionar sobre cómo los seres humanos decidimos domesticar a las gallinas. Hace miles de años, estas eran seres salvajes, como todos los animales, pero los humanos vimos conveniente tener algunas que nos proporcionaran huevos para comer. Nuestra selección inducida creó gallinas ponedoras, para los huevos, y gallinas de engorda, para el pollo asado. Ir a recoger los huevos era conveniente; la gallina nos avisaba con su característico cacareo que podíamos ir a recoger su huevo.
Entonces, ¿por qué no domesticamos patos en lugar de gallinas? Los huevos de pato tienen una cáscara más resistente, que los haría mejores para el transporte. Tienen un sabor más rico y una textura más cremosa, más vitamina B12, más hierro y omega 3. Algunos podrían argumentar que esto se debe a que una gallina pone más huevos, pero esto ha sido resultado de la selección de miles de generaciones para lograr una mayor eficiencia de producción, una selección que también pudo haberse dado con los patos.
La verdad es que la situación no es muy distinta a la vida diaria, donde hay personas que logran más que otras, que son ascendidas más rápido o que simplemente les va mejor que a sus compañeros. ¿La razón? Algunas cacarean su huevo y otras no. Seguro te ha pasado que en tu trabajo no siempre la persona que más trabaja o que más valor aporta a la empresa es la que más reconocimiento recibe. Normalmente, quien lo hace es quien cacarea mejor su huevo.
Y no me malinterpreten, no se trata de que solo a los fanfarrones les va bien. La gallina no está mintiendo ni dejando de hacer su trabajo; se siente legítimamente orgullosa de su huevo y lo celebra, lo canta, lo presume. “Lambisconas” o “lamebotas” les dirán los patos, pero la realidad es que tanto en gallinas como en personas, las más exitosas son aquellas que, además de realizar un trabajo eficiente y útil, son capaces de sentirse orgullosas de su esfuerzo y celebrarlo.
Así que, la próxima vez que completes una tarea importante o alcances un logro en tu trabajo, recuerda: no hay nada de malo en cacarear un poco tu huevo, porque la realidad es que, al igual que las gallinas, las personas más exitosas son aquellas que, además de realizar un trabajo eficiente y útil, también se sienten tan orgullosas de su esfuerzo que son capaces de celebrarlo.